Hambre. Eso es lo que recuerdo principalmente de mi niñez y mi adolescencia. Esa hambre insatisfecha de comida, de amor, de una familia, de ser comprendida, todo esto ha creado un vacío dentro de mi. Sé que existo pero soy una habitación desolada. Soy una casa sin muebles ni decoración, una cabaña abandonada en el bosque. Eso suena menos cruel de lo que las personas solían llamarme en la escuela. Aún lo recuerdo. Es un hecho que no dejará de ser verdad. Nunca me llamaron por mi nombre. Siempre decían la huérfana cuando se dirigían a mí. Habían otros apodos para los demás: el gordo, el cuatro ojos, el raquítico, el nerd, el soplón, el lamebotas. Sin embargo, todas esas cosas eran culpa de las personas mismas que llevaban el sobrenombre. El gordo comía demasiado, el delgado muy poco, el cuatro ojos decía que veía la televisión muy de cerca, el nerd estudiaba mucho para mantener su reputación, el soplón siempre denunciaba a los demás así como el lamebotas. Pero ¿qué había hecho yo para se
Marvin O. Menjívar, nacido en 1993 en El Salvador. Soy amante de los idiomas y las artes, en especial la literatura. Escribo literatura contemporánea de ficción; misterio y suspenso son mi predilección, siempre con un toque de drama y con personajes ambivalentes que demuestran la complejidad de la naturaleza humana a través de diferentes matices. Mis novelas suelen tener como tema principal la venganza, el arrepentimiento, el rencor, la soledad y como contraparte la redención y la resignación.