Sabía que estaba en apuros cuando al cambiar la caja de vasos de plástico, alce el brazo y la blusa manga larga de seda se deslizó debajo de mi muñeca, lo suficiente para mostrar las pruebas de mi pasado. Miriam resistió la tentación de preguntar al respecto pero no lo olvidó. ¿Cómo ignorar las marcas transversales en mi piel? No eran producto de un accidente, eso lo notaría cualquiera con un poco de mundanidad, los cortes eran demasiado nítidos, todos con la misma longitud. Me he sentido tentada a medirlos, pero solo verlos me hace estremecer.
Son productos de mi culpa, mi forma irracional de lidiar con la presión. Sé que mi psicólogo tendrá algo que decir al respecto, en contra, por supuesto; pero no es algo que me inquiete en este preciso momento.
¿Es normal imaginar a Miriam morir? ¿Es normal imaginarla ahogarse, estrangulada en un callejón iluminado por la tenue luz naranja del atardecer, es común que me regocije con esas imágenes? No para mi.
Tiempo atrás, tuve que matar a alguien. El reporte de la policía dice que fue un accidente. ¿Qué pensaría la gente al enterarse que se trató de un homicidio premeditado? Esa era la pregunta que me acosaba día y noche. Me felicitaba por mi triunfo, pero pensaba en la llamada hipotética, el señalamiento fortuito, la acusación puntiaguda.
No hay mejor secreto que el que no se dice, pero es mucho mejor el que nadie presencia. Para mi mala fortuna, alguien descubrió lo ocurrido. Alguien me vio empujar a mi entonces ex-novio a la piscina, lo hice a sabiendas que no podía nadar. Le había dicho que nos reuniésemos para hablar de nuestra relación, aún si ya sabía que estaba acabada. Prometo que seré breve, con esas palabras lo convencí. Él podía confiar en mis promesas, siempre las cumplía. Te daré lo que quieras esta noche, si necesitas dinero solo dímelo, no sé qué haría si me llegases a traicionar.
Al reflexionar al respecto es algo tan estúpido, no puedo decir lo fue porque es parte de mi presente, es la sombra que sustituyó a la mía, más oscura, tangible como el petróleo, no es solo el bloqueo de la luz.
¿Podrías hacer algo para remediar lo que me hiciste? Le pregunté; sus pies estaban a solo centímetros del borde de la piscina del gimnasio escolar. La idea vino entonces: solo había una posibilidad. No debí engañarte. Lo siento, pero encontrarás a alguien. Me dijo con voz lastimera, falsa. Ya la había escuchado antes, solo quería callarme. Yo quería callarlo para siempre. Yo si pienso en una forma, el agua me pedía empujarlo, entregarlo como un sacrificio, volviendo a nacer. Entonces cayó al agua. Correción: lo empujé. El agua lo tomó con su manto celeste y lo retorció dentro de sí como un trapo antes de tenderlo. Me fui del gimnasio como si nada hubiera ocurrido.
Alguien me vio cometer el hecho, tal como Miriam ha visto mis cicatrices. Me confié, dejé las pasar las semanas sin decir nada, sin confesar. Eso hizo todo mucho peor. Si hubiera dicho que Henry había intentado propasarse conmigo, que había hecho todo en defensa propia, podría haberme defendido. Ahora no estoy confiada, estoy aterrada.
He sido una excelente gerente, he hecho mi deber, que me ha costado mucho más culpa de la que esperaba. En prisión me hice las marcas, recordatorios que aún estaba con vida. Era presa fácil de mujeres que habían cometido crímenes a sangre fría, que me consideraban una mojigata hipócrita. Yo sabia la magnitud de mi crimen, pero no esperaba las críticas de personas con record peor que el mío. Intentaba ser indiferente con ellas, luego me obligaron a cortarme para recordar lo que había hecho. No lo podía olvidar en la situación en la que me encontraba, pero ellas querían asegurarse.
Así que aquí estoy ahora, mordiéndome las uñas en lugar de pasar una navaja filosa en mi muñeca, es lo que desearía hacer, siento inclusive una comezón, como si las cicatrices pidieran una nueva, una mayor, el sacrificio final.
Miriam va a descubrir quién soy. Me va a exponer. Yo misma lo haría si fuera ella. Ha deseado mi posición por tanto tiempo, no va a perder una oportunidad tan preciada. Yo ya no puedo seguir escapando de mi pasado, no tengo las energías, he hecho lo que he podido y no ha sido suficiente. Como el agua me llamó ese día a hacer tan horrible acción, ahora veo el cuchillo, el metal líquido, pide sangre nuevamente, esta vez no solo una lengüetada sino un sorbo prolongado.
Me es imposible seguir ocultándome, seguir escondiendo mi pasado, cambiando mi nombre, modificando mi historia. Cometí el peor error: hacer una buena acción sin medir sus consecuencias. No debí cambiar ese paquete de vasos.
No debí haber empujado a Henry.
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