Las intermitencias de la muerte por José Saramago : Una tregua de paz de la muerte con repercusiones graves.

 

"Al día siguiente no murió nadie."

Advertencia: Esta reseña contiene spoilers.

De esta forma tan contundente, concisa y brillante empieza el escritor José Saramago una de sus mejores novelas, Las intermitencias de la muerte, una historia que habla acerca de las desventajas en los humanos de no morir, un tema poco explorado en una cultura obsesionada con mantenerse joven, con evitar la muerte a toda costa, un tema tabú del que hablamos en voz baja al ser un temor que nos acompaña desde nuestra cosciencia de nuestro breve paso en este planeta.

Es sorprendente como el autor logra capturar tantos aspectos que no se han considerado acerca de la idea de tener la incapacidad de morir, compañías de seguro en aprietos, funerarias sin negocios más que el de enterrar animales de compañía, gobiernos que deben proporcionar pensiones por largos períodos a adultos mayores, los inconvenientes de aquellos cuyos familiares se encuentran en estado crítico pero no pueden morir. Así ocurre en la novela, en un país ni una persona muere en un día y este período se va alargando a medida que se van descubriendo las contrariedades que conlleva la falta de muerte en una población que no tiene forma de extinguirse.

Por supuesto, la creatividad de los habitantes y los afectados no se hace esperar con ocurrentes soluciones como el tráfico ilegal de personas convalescientes a las fronteras para llevarlas a morir, ya que la muerte ha extendido este beneficio únicamente a este país ficticio.

El paisaje ya de por sí muy caótico se vuelve histeria cuando la muerte decide enviar una carta al director de una compañía de televisión para anunciar el regreso de sus labores en una semana. Las personas se encuentran cara a cara nuevamente ante la brutalidad de la consciencia de ser mortales, ya que la muerte para hacer esto mucho más conciso, decide enviar con siete días de anticipación una carta a aquellos quienes están destinados a morir al final de ese plazo.

Por supuesto, el regreso de la muerte no es el desenlace de esta magnífica historia sino la descripción de la misma muerte quien se enfrenta ante dificultades inesperadas también, puesto que una de sus cartas se rehúsa a ser entregada a su destinatario, un violoncelista, un caso insólito de una persona que la muerte no puede tocar. Ella decide investigar y se desarrollan interacciones hilarantes entre ella y su guadaña. "Se dice que quien calla otorga. La guadaña había callado, por tanto otorgaba." Reí mucho la primera vez que leí estas líneas y no han perdido su humor en esta segunda relectura de la novela.

Esta novela es brillante no solo en su planteamiento del tema de la muerte sino la capacidad del autor de agregar un humor muy cultivado en una novela de un tema tan serio como lo podría ser nuestro inminente final.

ACERCA DEL FINAL:

En las últimas páginas, la muerte, tomando forma humana, decide interactuar con el hombre quien no puede recibir la carta con el anuncio de su muerte, por lo tanto, incapaz de morir, es decir, fuera del alcance de la muerte; pero este juego del gato y el ratón se convierte en una obsesión para la muerte quien va descubriendo una faceta inesperada para finalmente caer ante la tentación de la vida humana estableciendo un vínculo romántico con este hombre quien también es cautivado por el misterio de la mujer que aparece un día a su concierto.

PERSONAJES: 10/10

En sí, el personaje más desarrollado es la muerte y la novela se remonta sobre todo a contar la historia general del desconcierto por la falta de muertos. Otro personaje importante es la guadaña y el perro del violoncelista.

DESARROLLO DE TRAMA: 8/10

El principio de la novela fue bastante potente pero luego fue perdiendo ímpetu. Sin embargo, se mantuvo siempre una trama muy cautivadora para cerrar con un broche de oro.
TEMA: 10/10

NOTA: Lectura Obligatoria