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Una Novia Solitaria - Capitulo 1 Hasta Que La Muerte Los Separe y Así Fue.


Yvonne de Winter no quiere revisar el reloj porque no es la hora lo que quiere ver, sino a su prometido, Stuart Campbell. El tiempo no ha pasado tan rápido como ella cree, descubre la hora, son las dos y cuarenta y ocho de la tarde. El único consuelo que le queda es que ni siquiera sus padres han llegado y la ceremonia debía de haber comenzado a las dos treinta. Sin embargo, no siente ningún alivio, tampoco los invitados, quienes demuestran su descontento de diversas formas. Algunos hombres han salido a fumar, a hacer llamadas telefónicas de negocios o caminan de un lado a otro, desesperados. Las mujeres han ido al baño a retocarse el maquillaje o, simplemente, se quedan en las bancas de la iglesia, descansando y discutiendo sobre algunos temas interesantes. Todos saben lo mal que Yvonne debe sentirse, y la terrible idea de una novia abandonada aparece en la mente de los presentes. También en la de Yvonne, quien lucha contra el deseo de llorar, pero lo primordial es sacar ese negativo sentimiento de la cabeza: si se piensan las cosas mucho, pueden convertirse en realidad.
Sus padres finalmente aparecen. Casi deja salir unas lágrimas, pero logra retenerlas porque sabe lo difícil que ha sido para sus amigas maquillarla para la ocasión. Abraza con fuerza a su madre, quien desprende un relajante aroma que se relaciona con el seno materno. Mientras, su padre la mira de forma despectiva por su atuendo. Yvonne se acerca a él para reparar los lazos rotos de la familia a través de un abrazo, pero su padre retrocede para evitar su toque.
—No estoy aquí para felicitarte, sino para darte una última oportunidad de reivindicarte  —aclara con dureza.
—Papa, ya discutimos esto muchas veces. No voy a dejar a Stuart —Con debilidad agrega—: Lo amo.
—¿Escoges a ese hombre que tanto daño te ha hecho antes que a tu propio padre?
—No vamos a discutir esto otra vez —responde, sabiendo que no puede ponerse a suplicar porque entonces las lágrimas van a caer y no puede arruinar ella misma este momento—. Jamás te hubiera pedido ayuda, si hubiera sabido que me lo ibas a echar en cara.
—Ya no nos busques más cuando te sientas sola —replica de forma contundente.
El señor de Winter se va del lugar. Yvonne debería seguirlo, pero no tiene fuerzas. Por si acaso, su madre se interpone para que su hija no intente siquiera convencer a su padre de regresar. Al menos, esto sirve de distracción a Yvonne para poder olvidar el hecho de que su esposo no aparece. Busca un espejo o una superficie reflejante para ver su rostro y poder llorar, asegurándose de colocar una servilleta justo donde las lágrimas van a aterrizar.
—Vamos a buscar un lugar privado para que te sientes y no te desesperes —le explica su madre, buscando al cura de la iglesia quien la lleva a una pequeña habitación, donde Yvonne toma asiento.
—No va a venir —explica Yvonne, decepcionada—. Lo sabía.
Su madre no dice nada, y se quedan ahí sentadas sin mayor cosa, pues las palabras no sirven de nada, y la única acción importante sería la aparición del novio, la cual no ocurre inmediatamente. Es obvio que su madre tampoco está de acuerdo con su matrimonio; pero a diferencia de su padre, no lo va a demostrar diciéndoselo para hacerla sentir mal. Al final de tantas, es su hija, debe estar aquí en el momento más importante de su vida, un evento clave, el que muchos afirman que define un antes y un después. Ella misma lo sabe. Algunos minutos pasan, aunque para la acongojada novia parece una eternidad.
—Alguien la busca, señorita de Winter —anuncia el padre con nerviosismo, sabiendo que no debería interferir en este momento de tribulación para la novia.
Un hombre entra y las dos mujeres se ponen de pie inmediatamente. Yvonne se pone nerviosa, pero la señora de Winter se pone a la defensiva y se coloca frente a ella como si alguien estuviera a punto de lanzar una bomba y la quiere salvar del impacto.
—Te ves hermosa, Yvonne, pero te veías mejor la primera vez, cuando fue nuestra boda.
—¿Qué haces aquí, Thomas? —pregunta la señora de Winter en voz alta—. Sabes que mi hija no quiere volver a verte.
—Ella no quería verme. Yo si la quería ver una vez más y decirle que no se va a casar este día —anuncia.
—¿No te bastó con lo miserable que me hiciste? —pregunta Yvonne, aprovechando este momento para ventilar un poco de la frustración que siente y que ha cargado durante tanto tiempo.
—Esta boda no va a ocurrir —repite el hombre de forma siniestra.
—Yvonne, sal de la habitación, por favor —solicita su madre, guiándola hasta la puerta.
La novia sale del lugar sin oponer mayor resistencia, hasta una mujer mayor es mucho más fuerte emocionalmente que ella en estos momentos. No puede lidiar con este drama adicional en este preciso momento. Unos invitados se acercan para intentar entablar una plática, pero Yvonne ve sus intenciones y huye por otro camino hasta llegar al jardín de la iglesia, donde toma asiento. No podría soportar los cuestionamientos ahora mismo. Es algo de lo que su madre está consciente.
Yvonne se felicita a sí misma por haber comprado un vestido que no es pomposo, ni pesado o intenta llamar la atención, sino que es uno bastante sobrio, si no se estaría horneando en el mismo, en este momento, con mucha más decepción de la que ya siente. Revisa el reloj: son las tres y veinticinco, una hora de retraso de su esposo, de quien sería su esposo y quien duda que llegue a serlo.
Alguien toca su hombro, la esperanza la llena de alegría, pero es su madre quien la ve detenidamente con una sonrisa.
—¿Dónde está? —pregunta Yvonne, refiriéndose a Stuart.
—Ya se fue —responde su madre con seguridad refiriéndose a Thomas Bennett.
Un hombre se acerca a Yvonne y le explica que el tráfico está muy pesado, así que seguramente si Stuart se retrasó es por esa razón que se le ha hecho tan tarde. Yvonne recupera un poco de la esperanza. El camino no es corto. Desde la casa de Stuart tomaría alrededor de cuarenta minutos en llegar, lo recuerda por el cálculo que hacían para llegar a tiempo a las charlas matrimoniales que se les exigían como requisito para la unión. Con el recuerdo fijo en esas charlas, donde se establecía un compromiso, una promesa que no se puede romper, decide seguir con la esperanza como su guía, la frente en alto, el amor como seguridad que todo irá bien.

Los preparativos de la boda habían sido difíciles. Había organizado todo ella sola; desde el pastel que iban a comprar hasta agendar un día en específico para la boda, de modo que todos los invitados no tuvieran ningún inconveniente, y la tardanza del novio le parece una desconsideración imperdonable, un esfuerzo agregado. Si no se quería casar, lo hubiera dicho. Me hubiese dolido tanto, pero hubiese sido preferible a esta humillación, se dice a sí misma. Ya son las cuatro de la tarde, y sabe que no hay manera de postergar lo inevitable. Suspira profundamente, y su madre coloca su brazo alrededor de su cintura y la presiona levemente, con cariño.
—Voy a llamar a uno de sus amigos para ver si sabe algo —Yvonne explica a su madre, levantándose de la silla, y diciendo que, de no contestar o de no haber una respuesta clara, debe suspender... no, debe cancelar la boda.
Los segundos que pasan en la línea telefónica antes que el mejor amigo de Stuart, Ruben Hamilton, conteste, son terribles. Yvonne no sabe siquiera si es capaz de oír el tono de llamada debido a la potencia de los latidos de su corazón no solo por la expectativa de lo que será la respuesta, o por los escenarios que se proyectarán como consecuencia, sino también porque no le agrada en absoluto hablar con este hombre. Finalmente, alguien toma el teléfono.
—¿Hola?
—Ruben —dice, reconociendo la voz—, ¿has visto a Stuart? —pregunta, su voz quebrándose un poco ante la mención de su prometido.
—¿Qué quieres decir con eso? —interroga extrañado—. ¿No se han casado ya?
—No ha venido a la iglesia aún —responde con vergüenza para no decir «¿Acaso crees que te estaría llamando si estuviera aquí?», pero no quiere evidenciar su pesadumbre con una muestra de enojo—, ¿lo has visto?
—Lo vi en su casa y me dijo que estaba a punto de salir.
—¿A qué hora? —pregunta asustada.
—No estoy seguro, ¿un poco después de las dos?
—Son ya las cuatro quince —Ya no triste, sino indignada, certera que Stuart no vendrá a la boda y que Ruben, posiblemente, no responderá con sinceridad a la pregunta que le va a efectuar, por la maldita lealtad que los hombres tienen entre ellos—. ¿No estaba con nadie más?
—No.
Yvonne le cuelga sin esperar detalles adicionales, pues sabe que no los habrá. Va a perder su tiempo tal como perdió tanto tiempo preparando esta boda, sin saber que preparaba su propia humillación. Desperdicio su tiempo, creyendo en Stuart, pensando que todo iba a cambiar entre ellos, pero lo peligroso no es creer sino depender de esa esperanza. Es probable que Ruben mienta para cubrir a Stuart. La indignación de Yvonne crece hasta convertirse en la fuerza que necesita para saber que no necesita esperar a Stuart. No va a llorar, no quiere llorar. No le va a dar ese gusto a Stuart ni a los invitados, que querrán verla colapsar ante semejante cliché. Se acerca al altar de la iglesia. Todos están hartos de esperar, hartos de sentir lastima por la novia solitaria, algunos no disimulan siquiera su descontento al verla de mala manera, pero son liberados cuando Yvonne anuncia por el micrófono.
—La boda se cancela. Muchas gracias por venir. Perdón por las molestias. Pueden pasar por el bufete en la parte trasera del templo. Ya está pagado, así que no tienen por qué sentirse mal —todo lo dice con tanta rapidez que muchos se preguntan si es verdad lo que han escuchado o producto del aburrimiento.
Yvonne se va por el pasillo principal de la iglesia ante la vista de todos los invitados. La que debía ser su entrada triunfal se convierte en su salida desgraciada. Algunos tienen la osadía de seguirla, no para pedirle que se quede a amenizar esta fiesta, sino para ver su reacción, el colapso esperado, pero no logran verlo, solo ven una mujer a la que la fortuna sonríe al menos una vez en este día, ya que un taxi se detiene justo frente a ella en el momento que ella más lo necesita.
—¿A dónde la llevo? —pregunta el hombre desplazándose con lentitud, alejándose de la iglesia.
Yvonne no puede evitar dejar las lágrimas caer, y unos gemidos de frustración se le escapan ante este desconocido. No sabe a dónde irá, porque la frustración le ha quitado cualquier sentido de orientación. El hombre se detiene y le entrega unos pañuelos desechables para que se limpie las lágrimas, ya no importa el maquillaje, el vestido bien elegido…
—Puedo darle una vuelta a la cuadra si lo desea, si necesita pensar un poco —ofrece el hombre al notar su vestido moderno y sencillo de novia, habiendo visto ya tantas historias.
—Lléveme al mejor hotel que conozca —explica entre gemidos—. No quiero ir a casa ahora.
«O nunca», murmura una vez que se desplazan lo suficiente para que la iglesia ya no esté a la vista. El evento que debía recordar para siempre se convierte en el acontecimiento que espera su mente sea poder capaz de esquivar en el mar de sus memorias.
***
Yvonne despierta con dificultad en una suave cama de una lujosa habitación. El lugar es impresionante, con delicadas sábanas, exquisita decoración, pero sabe que no debería estar aquí. Tendría que estar en un hotel en una playa, cuyo nombre no le importa ahora ni quiere recordar, otro recuerdo del cual su mente debe desviarse; sin embargo, iba a estar ahí con su esposo, en su primera noche de bodas, en un nuevo comienzo, y en lugar de eso, está en este glamoroso lugar, sola, con dolor de cabeza por haber tomado demasiado, sabiendo que debe salir de él para recoger los pedazos del día anterior, porque no podrá huir de la realidad para siempre.
«Tengo que ser fuerte», se murmura mientras deja caer el agua caliente sobre su cuerpo, su rostro aún más caliente por las lágrimas que se escapan. Debe haberse ido con esa prostituta. La eligió a ella. Malditos los dos. Obviamente, Stuart no va a estar en casa sino en algún hotel teniendo sexo con esa perra, afirma y desea al mismo tiempo, porque no quiere encontrarse con el hombre que la abandonó en el altar y le destruyo la vida, pues los rumores van a llegar a todos los ámbitos de su vida. La humillación será su cruz y su peor recuerdo. Al menos Thomas no me hizo algo de esta magnitud, no frente a toda esta gente. Todo quedó tras puertas cerradas, piensa.
Invoca toda la fuerza que le queda o que debe fingir tener al salir del taxi y observa el lugar que solía ser su hogar, y ahora solo será un recuerdo incómodo y vergonzoso, un pasado al que ha debido volver para poder hacer las maletas para el presente sin ninguna idea de lo que le depara el futuro.
No sabe qué le dirá a Stuart al verlo, podría inclusive matarlo, pero Yvonne se jura que él no debe estar en casa. Al menos debe haberle hecho ese favor, dejar este círculo inconcluso por ahora, para posiblemente luego aparecer y dar una explicación aun sabiendo que ella nunca lo perdonaría. Utiliza la llave y primero la introduce con lentitud, nota cierto temblor en su mano, pero luego hace todo rápidamente. Mi padre tenía razón, admite y abre la puerta con potencia y con furia por haber inclusive dado la espalda a su padre de crianza, con deseos de salir adelante del escándalo que se le viene encima, pero lo que observa en el interior de su casa es un contraste a todas sus emociones, a lo esperado.
Ahora sabe con certitud la razón de por qué Stuart no llegó a la boda: Se encuentra en la sala de la casa, en un mar de sangre que emana de su cabeza, muerto desde quien sabe hace cuánto tiempo.


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¿Cuál es su opinión acerca de este breve extracto? ¿Qué creen ocurrirá en el desarrollo de la novela?

Comentarios

  1. Buena historia que mantiene el suspenso y motiva al lector a seguir leyendo. Buen manejo de los personajes y la introspección de la protagonista. Hay que mejorar en el uso apropiado de los signos de puntuación y separar en parrafos para mejorar la claridad de los momentos o escenas en la historia.

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